Sant Vicent de Sa Cala fue hasta no mucho el pueblo más aislado de Ibiza, al no estar comunicado ni siquiera por carretera. Ahora la cosa no ha cambiado mucho, pero al menos ya poseen una sinuosa carretera que permite llegar disfrutando de unas preciosas vistas al mar y a los acantilados.

Fotografía de la Iglesia de Sant Vicent

Esta pequeña población perteneciente al municipio de Sant Joan celebró ayer su día grande casi en familia, con un centenar de personas en torno a su hermoso templo. No se perdieron esta cita algunos visitantes de tiempos pasados, y es que volvieron a este pueblo mágico familias que veraneaban antiguamente o parejas que se conocieron y enamoraron en este entorno.

Pero la representación máxima del grupo participante estaba compuesta por caleros, es decir, habitantes de Sa Cala. Distinguirlos era muy sencillo, iban vestidos de gala, con el traje correspondiente para celebrar el día grande de su pueblo, siguiendo la misa, la procesión y el ball pagès.

Pero además podíamos preguntarles nombre y apellidos. Da la casualidad que la mayoría de las mujeres de la localidad se llama María Marí Marí, y los hombres un caso parecido, cambiando María por Joan, Pep, Toni o Vicent.

Todos se lo pasaron de fábula disfrutando con los vistosos actos que se prepararon ayer, además de poder degustar los bunyols y orelletes que se repartieron junto al vi de la terra y diversos refrescos. La misa fue oficiada por el cura de Santa Eulària, Vicente Ribas, en sustitución del obispo de Ibiza y Formentera, que suele oficiarla habitualmente. La procesión estuvo compuesta por cinco imágenes, siendo la última el patrón del pueblo, San Vicente Ferrer. El ball pagés en esta ocasión fue realizado por balladors y sanadors de Sa Colla de Labritja.